¿Qué será el infierno? ¿Será una cueva profunda, un desierto abrasador, un mar de llamas? ¿Será una vida sin consuelo, un estómago vacío, una soledad desesperada? Un día vi el infierno en sus ojos y nunca los olvidé.
¿Qué será el cielo?¿Un paraíso de frondosos árboles, una luz que da vida, una presencia que llena? ¿Será tu mirada en la mía, será la sonrisa de un niño, será una conciencia tranquila? Un día vi la paz en tus ojos y sentí el cielo dentro de mí.
De pequeño, soñaba a menudo con el infierno que me enseñaron mis mayores y de día, todo despierto, soñaba con el cielo que también me enseñaron mis mayores. El cielo y el infierno marcaron a fuego mis días y mis noches. Quemaron mis alas y mis carnes y todo olía a pecado. Ese hedor se deslizó por la fácil ladera del valle de la vida, como si de una niebla negra y espesa se tratara. La vida, entonces, quedó manchada, enferma, en parálisis.
La vida es un suspiro, pero es real. No es una quimera. Vivimos cada vez que respiramos, cada vez que amamos, cada vez que morimos, porque la muerte no es más que el lado oscuro de la vida.
Morir en tus brazos, tal vez sea vivir en el cielo. Olvidar que por el hecho de vivir hay un premio o un castigo, tal vez sea vivir en el cielo. Agachar la cabeza y centrarnos en nuestro redondo y mortal ombligo, tal vez sea vivir en el cielo. Porque el cielo está aquí, allí y más allá. Porque alguien muy sabio dijo un día: "Lo mismo en lo grande que en lo pequeño, lo mismo en lo alto que en lo bajo, lo mismo en el la Tierra que en el Cielo".