lunes, 25 de octubre de 2010

CIELOS E INFIERNOS

Y después de la vida, ¿qué viene? ¿Vendrá el cielo con su jerarquía de arcángeles y querubines? ¿Vendrá el infierno con su crepitar de almas que cual salchichas incombustibles se dorarán eternidad tras eternidad en un festival de barbacoas de feria celestial?
¿Qué será el infierno? ¿Será una cueva profunda, un desierto abrasador, un mar de llamas? ¿Será una vida sin consuelo, un estómago vacío, una soledad desesperada? Un día vi el infierno en sus ojos y nunca los olvidé.
¿Qué será el cielo?¿Un paraíso de frondosos árboles, una luz que da vida, una presencia que llena? ¿Será tu mirada en la mía, será la sonrisa de un niño, será una conciencia tranquila? Un día vi la paz en tus ojos y sentí el cielo dentro de mí.
De pequeño, soñaba a menudo con el infierno que me enseñaron mis mayores y de día, todo despierto, soñaba con el cielo que también me enseñaron mis mayores. El cielo y el infierno marcaron a fuego mis días y mis noches. Quemaron mis alas y mis carnes y todo olía a pecado. Ese hedor se deslizó por la fácil ladera del valle de la vida, como si de una niebla negra y espesa se tratara. La vida, entonces, quedó manchada, enferma, en parálisis.
La vida es un suspiro, pero es real. No es una quimera. Vivimos cada vez que respiramos, cada vez que amamos, cada vez que morimos, porque la muerte no es más que el lado oscuro de la vida.
Morir en tus brazos, tal vez sea vivir en el cielo. Olvidar que por el hecho de vivir hay un premio o un castigo, tal vez sea vivir en el cielo. Agachar la cabeza y centrarnos en nuestro redondo y mortal ombligo, tal vez sea vivir en el cielo. Porque el cielo está aquí, allí y más allá. Porque alguien muy sabio dijo un día: "Lo mismo en lo grande que en lo pequeño, lo mismo en lo alto que en lo bajo, lo mismo en el la Tierra que en el Cielo".

lunes, 11 de octubre de 2010

INSTINTO

Los humanos, no sé si los animales también, tenemos muchas formas de conocer el mundo que nos rodea. La mayor parte de ellas nos viene dado por experiencias propias o ajenas, por teorías de filósofos o científicos que las han expresado ante fenómenos naturales o de cualquier tipo.
Sin embargo esta forma de conocer, imprescindible para avanzar y completar nuestros conocimientos es un tanto impersonal, porque nos viene dada desde fuera sin que nosotros como ser que piensa y siente tome parte en el festín del saber.
Sin embargo hay otra forma de conocer el mundo que nos rodea e incluso nuestro mundo interior. Esta es el instinto.
El instinto es una especia de intuición que tenemos de las cosas sin que en ese resultado intervengan otros saberes exteriores. Toda persona, sea culta o analfabeta, tiene su propia forma de sentir el mundo. El mundo influye en cada uno de nosotros de una forma diferente, creando respuestas también diferentes y únicas. Por eso, cuando se trata de temas importantes, transcendentales probablemente nos fiemos más de nuestro instinto que de cualquier teoría filosófica de pensadores de relieve. Incluso diría más, nadie se aventura a expresar una teoría en contra de su instinto, o dicho de otro modo, sin tenerlo en cuenta. Sería algo que desnaturalizaría nuestra respuesta como seres pensantes.
Por eso creo que al instinto hay que hacerle caso, tenerlo en cuenta, aunque sea una forma de conocer que nos parezca poco rigurosa, científicamente hablando, pero es la forma que va a poner la guinda al pastel de nuestras creencias o saberes. Muchos científicos, guiados por el olfato de su instinto, han llegado a grandes descubrimientos, porque, llegados al punto en que la ciencia y el razonamiento se niegan a seguir, sólo te queda el recurso de tu "olfato".
De esta manera, cuando alguien nos da una respuesta, su respuesta, a alguno de los grandes temas transcendentales: El sentido de la vida, la muerte, Dios, el cielo y el infierno, la vida después de la vida, etc. hemos de escucharla con todo el respeto, porque esa respuesta es, nada más y nada menos, que el resultado de todas las influencias que recibimos del mundo que nos rodea, aparentemente irracionales, y que, tal vez, por simpatía, nos hace inclinarnos hacia un lado o hacia otro. Pero no os riáis de esto, porque por simpatía también se han formado los mundos y al parecer funcionan como un reloj suizo.
Si alguien afirma que Dios existe, que el cielo es para los mansos, que la muerte sólo es el principio de algo o que la vida es un trocito de eternidad que tomó vida en un chispazo de tiempo quien somos nosotros para ir en contra de esa creencia que procede de ese instinto que en un mo mento de interna reflexión te dice:ese es tu camino, levántate y anda.