lunes, 8 de febrero de 2010

Ejercicios espirituales

NOTA:Queridos amigos y amigas, después de este paréntesis en el que no he escrito absolutamente nada, me propongo volver a mi disciplina de la escritura. No creáis que no me cuesta. Le he dado muchas vueltas antes de empezar, pero lo que no acepto es que durante toda mi vejez duerma la siesta de once a doce de la noche delante del televisor. Espero no haber perdido ningún lector de los que me han leído en mi etapa anterior.
Os daré una buena noticia. Ya he publicado un libro. Pero no os asustéis, aún no lo ha comprado nadie. Mi hija Ana, me dio la sorpresa el día de Reyes. Llevó mis artículos a una imprenta y me dio la gran sorpresa. Por algo se empieza. Miguel también ha hecho su gruta. Seguro que está orgulloso de su obra, como yo lo estoy de la mía. Si alguno quiere el libro que me lo pida. Su precio es un abrazo y se lo daré con dedicatoria.
En esta nueva etapa me propongo contestar a todo aquel que me ponga un comentario. A veces se le pasan a uno cuestiones elementales. Un abrazo a todos.







Aún recuerdo aquellos ejercicios espirituales que hacíamos en el seminario. En silencio, con total recogimiento, paseando de un lado para otro. Sin embargo no guardo cariñoso recuerdo de esta actividad del alma. Y no eran propicios a mi alma, precisamente porque eran dirigidos y yo, en mi indomable espíritu, no acepto intermediarios entre la divinidad y mi persona. Quiero un trato directo con Dios, porque, amigos, todo se deforma cuando la palabra de Dios va de boca en boca. En cualquier parte del mundo, en mi pueblo, por ejemplo, en un cerro, entre los olivos, mirando hacia el cielo o boca abajo, en un día nublado o radiante, con un semblante triste o jubiloso, yo me suelo comunicar muy bien con los dioses que me rodean. Y digo dioses porque a veces Dios se multiplica. Se multiplica si abrimos los ojos y observamos que todo lo que nos rodea es Dios en las cosas. Pero si cierro los ojos, la multiplicidad se recoge y capto en décimas de segundo la esencia de algo que mi mente no comprende y que mi alma siente.
Ya he dicho que no me gustaban los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola. Los encontraba, aunque parezca una contradicción un tanto artificiales. Eso de coger a una serie de individuos, apartarlos del mundo, soltarle una serie de conferencias con el fin de transformarlo en un ser más de Dios que cuando empezó, no me parece algo que suceda de una forma natural. Más me parece un experimento de laboratorio a los que hoy somos tan aficionados con los programas de televisión que tanto éxito tienen. Nunca pensé que de estos ejercicios saliese una persona mejor de la que entró, ni un fiel más creyente de lo que fue. Estas cosas necesitan además de tiempo un ritmo, una intimidad y unas cadencias que sólo se las puede dar el propio individuo. Porque el alma de cada cual es tan particular, que tus palabras, las del director espiritual, no pueden encajar en mi ser. En mi ser sólo encaja algo que tenga mi ADN. Y eso sólo me lo puede dar algo que viva dentro de mí.
Por otro lado, la frase "Ejercicios espirituales" no es de San Ignacio de Loyola. Ya existía. Y no existía aplicada a la religión, sino aplicada a la filosofía. Muchos filósofos de la Antigua Grecia ya la utilizaban para referirse a las actividades del espíritu con el fin de mejorar moralmente al individuo. Empédocles la utilizaba como rememoración de vidas anteriores. Los estoicos, como transformación de la vida. Los epicureos, como examen de conciencia. Aristóteles, como un medio para alcanzar el saber. Platón, como un aprender a morir. Plotino, un místico neoplatónico, predicaba esta actividad espiritual para mejorar moralmente al individuo. Y, finalmente, Beethoven utilizaba esta expresión cuando componía. Por lo tanto esta expresión que antiguamente tenía un ámbito semántico mucho más amplio, quedó reducido desde San Ignacio al círculo religioso. En consecuencia y con permiso de quien corresponda, de aquí en adelante a estos ejercicios espirituales les llamaré "ejercicios religiosos del alma" y a las actividades del espíritu, sean religiosas o no, les llamaré "ejercicios espirituales".
Ahora ya me siento más a gusto con el nuevo sentido de la expresión. Y me siento más a gusto porque a mis años he descubierto que yo soy un gran amante de los ejercicios espirituales. Amo los ejercicios espirituales porque me quiero mejorar día a día como persona.(Las connotaciones religiosas se las pongo yo, si las hubiere). Hago ejercicios espirituales cuando mi alma me lo pide. Surgen de una forma natural y espontánea. Los hago en el silencio y en el bullicio. En la cama o en la playa. En recogimiento o en algarabía. Pero mis ejercicios espirituales son míos, nadie me los dictó. Me vienen al dedillo y los digiero sin necesidad digestivos. Me noto mejor como persona precisamente porque ahora me siento más definido ante los demás. Soy yo, no los demás.
En los últimos tiempos he encontrado una forma maravillosa de hacer ejercicios espirituales. Se trata de escribir. Escribir lo que sale de dentro de ti, sin miedos, ni demagogias, sin animo de dar lecciones, sin animo de influir en nadie, porque como he dicho más arriba, para comunicarte con Dios no necesitas a nadie, sólo pararte y dejar que te llueva.






6 comentarios:

  1. se ve que la última visita de lahiguera, a demas de ser un viaje lúdicocomercial, ha sido un viaje espiritual. y aposataria que muchas de las ideas que reflejas en tu escrito, vienen empujadas por los paisajes del cortijo y los cerros de la campinea del pueblo.
    si, ya se que es aburrido estar deacuerdo en todo, pero en esta caso si , salvo en que quieres mejorar,por que es muy poco en lo que tienes que mejorar.
    un abrazo, pero con el libro en la mano
    riad

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  2. Oye, Riad, yo tengo que mejorar en muchas cosas y si no pregúntaselo a mi mujer, que te dará una lista de objetivos bien larga. La mujer es la que marca el nivel de perfección de su marido y si no pregúntaselo a la tuya.
    Es verdad que en lo alto del cerro y entre los olivos sólo se oye a Dios, es decir, el aire y en ese medio me encuentro entrañáblemente cómodo.
    Escucha, Ri, ¿en tu religión también hay ejercicios espirituales? Cuéntamelo. Un abrazo. Juanjo.Cuenta con el libro.

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  3. Amigo Juanjo, cada día me sorprendes más.En el escrito de hoy hay un frase que ha llenado mi pensamiento de grandeza.La entrecomillo:"Todo lo que nos rodea es "Dios en las cosas" ".
    También hay dos líneas que deseo remarcar:
    "EN MI SER SÓLO ENCAJA ALGO QUE TENGA MI ADN.Y ESO SÓLO ME LO PUEDE DAR ALGO QUE VIVA DENTRO DE MÍ".
    La glosa que haces sobre "ejercicios espirituales"a lo largo del tiempo denota un conocimiento muy profundo del tema.
    Amigo Juanjo debes sentirte orgulloso de tu libro, ¿ya lo pronosticaba yo! y veo que no me he equivocado pero aún puedes dar más de sí y no espero menos de ti y el tiempo lo dirá.
    Como muy bien dices estoy orgulloso de mi obra "casi" terminada (le faltan los últimos retoques) y está a la espera de su bendición por parte de nuestro querido Pedro O.Ulloa y ¡cómo no! de ese arroz que nos vas a hacer al que no acompañaremos de jamón de york.
    Un abrazo fuerte.
    Miguel

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  4. Querido Migue. Agradecido por todo lo que me dices. Ya veo que haces conmigo ejercicios espirituales. Eso es bueno, así engordamos el músculo espiritual, tan necesario como el músculo corporal. Acuérdate de la máxima de Santo Tomás de Aquino.
    Espero que me invites para la inauguración de tu gruta. Yo os haré una paella estupenda, que regaremos con vino. Comer a la sombra de ese ficus es algo exótico. Esperemos a la primavera. Un abrazo. Juanjo.

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  5. Querido jubilado.A,mi si me gustaban los ejecicios espirituales, porque normalmente se hacian los fines de semana en el internado y no habia estudio. Tambien algunas veces nos traian un cura que no se si era por el ayuno de ver hombres que padeciamos ,nos parecia atractivo.Hoy no estoy inspirada pero tu articulo no tiene nada que envidiar a uno que escribio el sabado en el pais semanal rosa montero. Besos

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  6. Esta señora o señorita que me dice "querido jubilado" le sugiero que se ponga un seudónimo, porque alguien que no tiene nombre, no sé cómo dirigirme a ella. Gracias.
    O sea que te gustaban los ejercicios espirituales porque te agradaba lo que había debajo de la sotana.La verdad es que aquella época fueron unos años de mucha hambre. Todos pasamos hambre, no solo tú. Recuerdo un día que salimos de paseo por Jaén y viendo una señorita con los pantalones muy ajustados, me pasé largos días imaginando lo que pudiera haber debajo de aquellas líneas que marcaban unas carnecitas desesperadas por marcharse.
    Por lo de Rosa Montero no te preocupes, ya la he llamado y le he dicho que de aquí en adelante esa columna la haré yo. Todo arreglado. Un beso.Juanjo.

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