lunes, 30 de noviembre de 2009

Distancias

Que conste que a mí la distancia sólo me gusta para resolver ciertos problemas, que dadas sus características, necesitan una visión objetiva del asunto y para eso hay que separarse lo suficiente como para tener la perspectiva adecuada.
Bertolt Brecht utilizó en sus obras dramáticas la técnica del distanciamiento para conseguir del espectador una reflexión lo más objetivamente posible y para eso tenía que distanciarse de los personajes sin implicarse ni identificarse con ninguno de ellos.
La distancia tiene su importancia en nuestra vida, como seres en sí y como personas sociales. Nos distanciamos de nosotros mismos o nos distanciamos de los demás según convenga a nuestra estrategia vital.
La distancia puede ser material o psicológica. El marido que puede vive siempre a una distancia prudente de su suegra, porque bastante tiene con su hija o el hombre que se distancia de sus obligaciones porque eso le supone un estrés que no puede superar.
Está claro que durante nuestras vidas estamos continuamente tomando posiciones de distanciamiento con las personas, con las cosas, con nosotros mismos según la relación que en cada momento tengamos con el otro. Una amistad estrecha se vuelve distante cuando ya no hay afinidad entre los dos. Un matrimonio unido se separa cuando una buena mañana se miran y se notan extraños, porque sentimentalmente están muy distantes. Cierta comida la alejas de tu vista porque ya la has aborrecido.
Hay personas que siempre están distantes. Esa es su defensa. Su escudo. Les da miedo la cercanía. Yo tenía un amigo ( no sé si aún lo será), que ahora se encuentra a millones ( ) de distancia. Es un amigo al que debo mucho, pues me ayudó en esos momentos malos que todos tenemos en la vida. En su relación conmigo siempre mantenía ese protocolo, esa distancia impropia de dos amigos verdaderos. Nunca pude entrar en un círculo que el trazó y que consideraba clausura total. Siempre fuimos amigos. Amigos distantes. Un buen día nos dejó y no me pude despedir de él. Creo que aún seguimos siendo amigos en la distancia lo mismo que lo fuimos en vida.
Entonces, ya sabemos que en esta vida dual todo lo que sube baja, todo lo que está arriba puede caer abajo y todo lo que hoy es cercano mañana les separará un continente.
Yo, como todo el mundo, procuro jugar con las distancias, tanto sean de un signo como de otro. Si me apetece estar solo, distancia. Si me apetece cercanía, fundirme.
Sin embargo, no todo es tan simple como parece. Se puede estar a mil kilómetros y sentirse cercano a alguien o se puede vivir en la misma casa y vivir en dos mundos diferentes y es que las relaciones del hombre con su entorno están llenas de contradicciones. Por ejemplo, ahora mismo me encuentro tan a gusto escribiendo y oyendo música clásica, pero oigo que mi mujer me llama para que me vaya a la cama. ¿Qué hago? ¿Aceptará mi teoría del distanciamiento? Lo sabremos en el siguiente capítulo.


jueves, 26 de noviembre de 2009

Palabras

Sin las palabras no somos nadie. La palabra marca la diferencia. La diferencia con los irracionales, la diferencia con los demás racionales. Dime cómo hablas y te diré cómo eres. La palabra es la radiografía del alma, el análisis de sangre del espíritu, la ecografía del corazón. Amamos con la palabra, odiamos con la palabra y mentimos con la palabra. La palabra es la gran máscara del hombre, diría Fiedrich Nietzsche. Dentro de la palabra se pueden meter mil caras y ninguna ser tuya y todas ser tuyas, a la vez.
Nacemos con el gesto, pero el gesto esconde palabras que aún no se han materializado. La primera palabra "papa" "mama", todo un poema para enmarcar. El hombre aprende palabras por la necesidad de comunicarse que tiene. La palabra es el pensamiento hacia alguien, es el pensamiento hacia uno mismo. Hacia el otro yo. Al final todos somos el otro yo. Decía Antonio Machado que quien habla consigo mismo, espera hablar con Dios un día. Yo pienso que quien habla consigo mismo ya habla con Dios. En el bosque cualquier árbol es bosque. En el océano, cualquier gota es océano. En el desierto cualquier grano de arena es desierto. ¡Dios está tan cerca!
La palabra es esencial para nuestra existencia. Somos lo que somos por la palabra. El hombre es un proyecto proyectado hacia lo demás. No tiene sentido hablar a la nada. La palabra siempre va dirigida a los otros. El monólogo no existe, pues al otro lado está tu otro yo, tu más exigente interlocutor. Hablar confidencialmente con un amigo, susurrar en el juego amoroso, discutir para afianzar mi verdad, predicar a los creyentes y a los ateos, arengar a las masas, enseñar a las gentes, decir verdades como puños, mentir vilmente, traicionar a un amigo, consolar a un hermano. Palabras.
La palabra escrita, la palabra reflexiva o espontánea. La palabra con estilo, medida, rítmica. La palabra, como dardo, hiriente. La palabra dulce, cariñosa, amansadora. La palabra que te acierta, que te guía, que te lleva de la mano. Todo son palabras. Somos palabras.
Yo, nunca dejaré de hablar y quiero que mis palabras sencillas, honestas, cariñosas vuelen hacia los demás para crear puentes, sencillamente porque sin esos puentes, como personas, no somos nadie. Quiero ser predicador, aunque predique en el desierto. Quiero tener siempre un rato para charlar contigo, meterme dentro de ti con mi palabra, ser tuyo con mi palabra, auscultarte con mi palabra. Mi palabra nunca te faltará, porque yo soy un hombre de palabra.


lunes, 23 de noviembre de 2009

Cuentos

Yo, como decía León Felipe, "...no sé muchas cosas,.../ digo tan sólo lo que he visto". Así empieza el, para mí, mejor poema que ha escrito: "Sé todos los cuentos". El cuento es un género que, aunque últimamente tiene lectores adultos, siempre ha estado dirigido a los niños. La mente del niño se adapta perfectamente al cuento: argumento sencillo, pocos personajes y papeles bien definidos. Por esto capta su atención plenamente, vive la acción en primera persona y recibe fielmente el mensaje.
Los dos primeros cuentos, y creo que los únicos, que oí de pequeño fueron "Caperucita Roja" y "El lobo y los siete cabritillos". Me fascinaban y me daban miedo a la vez. Me los contaba mi madre, mientras me arreglaba el embozo de la sábana y yo me dormía con mi ración de miedo metido en el cuerpo. El miedo adormece, pensaría muchos años más tarde.
Después, cuando hemos crecido, nos han seguido contando cuentos. Cuentos de miedo, principalmente. Son idóneos para dulcificar las mente. Una mente apaciguada por el miedo, es apta para la siembra. Y en ella crece la espiga de la sumisión, del adoctrinamiento y de la adoración. Nuestra mente parece estar hecha al miedo, como el Lazarillo al vino. El miedo nos salva de las excentricidades de la mente, que siempre quiere volar, como aquel pajarito que quiso ser paloma y murió de pena porque ya no pudo cantar, pero, sin embargo, te corta las alas de la libertad.
"Y que el miedo del hombre.../ ha inventado todos los cuentos". Así continúa León Felipe versos más adelante. El miedo del hombre y el contador de cuentos. El cuento está hecho para ser contado y para ser escuchado. Por lo tanto intervienen dos partes. Los escuchantes, que ya sabemos quienes son y el mal que padecen y el contador de cuentos del que sabemos poco de él. Pero, pregunto yo, ¿es consciente el contador de cuentos que está contando un cuento? Parece que sí, pues el cuento muy a menudo es utilizado como látigo para arrear al rebaño. Mas, si nos retrotraemos a la infancia observamos, que nuestros padres, primeros contadores de cuentos, no se creían el cuento, simplemente lo utilizaban. ¿Lo utilizarán también los otros contadores de cuentos? ¿Los que nos adormecen las conciencias? ¿Los que te venden la piedra envuelta en papel de celofán? ¿Los que te protegen del bien y del mal?
Ya he dicho que el cuento es un género dirigido a los niños, pero yo ya no soy un niño y, por lo tanto, ya no quiero que me duerman más con cuentos, porque yo, como decía el poeta, sé poco pero, sin embargo, me sé todos los cuentos y de aquí en adelante los cuentos me los contaré yo.


martes, 17 de noviembre de 2009

Lo que somos

Probablemente te habrás preguntado a lo largo de tu vida, especialmente si estás en la tercera fase, por qué soy lo que soy y no otra cosa. O, quizás, también te puedes haber preguntado por qué soy como soy y no de otra manera. Y, finalmente, a lo menor, resumiendo, tal vez te hayas preguntado si nuestras vidas están determinadas en algún sentido para que seamos lo que somos y no otra cosa.
En realidad el verbo ser creo que no lo he utilizado bien, porque en vez de decir soy, pienso que tenía que haber dicho voy siendo, pues nuestras vidas son acumulativas, de tal manera que en ese remolque que llevamos detrás vamos echando todas nuestras experiencias, en sentido amplio, y solamente somos cuando se acaba de ser, que es cuando el presente se hace eternidad pues ya no hay ni pasado ni futuro para ti.
Yo, como ejemplo, soy maestro. ( Aunque ya esté jubilado. El magisterio, en mi opinión, imprime carácter). Podía haber sido ingeniero, cura, panadero o militar. Sin embargo mis pasos me llevaron a ser maestro y no lo otro. ¿Tuve libertad para elegir cualquier otra cosa? A primera vista parece que sí y la verdad que mi vida, como la de otros muchos, no estuvo clara y nítida desde el principio. Hubo dudas, vacilaciones, marcha atrás en otras opciones elegidas. Es decir que podía haber seguido al menos cinco caminos como opción real. Pero no. Fui maestro como producto final y sobre el pasado no hay posibilidad de elección. Ya está hecho.
Dice el gran filósofo existencialista Jean-Paul Sartre una frase única que le oí el otro día al filósofo Jose Pablo Feinmann hablando por la tele: "El hombre es lo que hace con lo que hicieron de él". Qué! ¿Os dais cuenta de la profundad de la frasecita? Viene a cuento de lo que estamos hablando ¿verdad? El hombre, cuando viene a este mundo, no encuentra un mundo por hacer en su totalidad. Ya hay una cultura,una historia, una lengua, una moral y tantas otras cosas. Todo esto lo tiene que aprender el individuo, lo tiene que asimilar para que sea aceptado y reconocido en el rebaño en que le ha tocado vivir. Y cuando todo esto ya está dentro de la persona ¿qué? Pues que cada día de su existencia tendrá que ir haciendo elecciones para configurar su conglomerado vital y ese conglomerado, sin duda, estará condicionado por "con lo que hicieron de él".
Y todo esto ¿ a qué viene ? Pues viene a contestar a esas preguntas que me hacía al principio y que seguramente vosotros también os habréis hecho a lo largo de vuestra vida. Lo que somos, lo somos en gran parte condicionados por las diversas circunstancias que había cuando yo nací y donde yo nací y en el seno de la familia en la que yo nací. Hicimos de nuestras vidas lo que pudimos, dadas las condiciones de todo tipo en las que nos desarrollamos. Y por lo tanto no te culpes si no pudiste ser otra cosa, porque en el juego de la vida, seguro que alguien mueve los hilos y tú, mientras tanto, pensando que eres un inútil. Pues muy bien, yo, aunque atado de un hilo me dejaré llevar y en ese vaivén del teatro de marionetas me meceré feliz pensando que al otro lado del hilo alguien sabrá lo que está haciendo.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Dependencias

Siento ahora mismo que toda mi vida he sido dependiente. Pero me recuerdo igualmente luchando siempre por mi independencia. ¿Lo logré en alguna ocasión? ¿ Me sentí alguna vez realmente libre? Recuerdo que una vez en mi vida tuve la oportunidad de serlo. Por lo menos eso creo, pero la aborté para caer en manos de esa madre que espera a niños descarriados. El hombre es un niño grande siempre necesitado de amor y protección. Algunos lo disimulan con marranadas de niño mayor, pero sólo son estupideces de los que aún no han llegado a conocerse.
La dependencia sale de la necesidad, pero no tardará en convertirsse en lastre sicológico. Dejar de mamar, abandonar el chupete, decir adios al nido familiar para ir al colegio son crueldades muy tempranas que nos marcarán.
Otras clases de dependencias se irán forjando durante la juventud. La droga, llámese como se llame , es la madre de todas ellas. La droga es la negación de la realidad. Es la superación del yo por medio de la química y del no esfuerzo. Es la transmutación del ser por alucinógenos que nos llevan a viajes de no retorno. Santa Teresa conseguía idénticos resultados por medio de la oración y el laboro. ¡Qué tiempos!
Después de todo esto nos casamos o nos juntamos o nos relacionamos o lo que sea...el caso es que solo, solo, nadie vive. Entonces viene la gran dependencia. Si te casas ya se encarga la iglesia de asegurarse que el hombre no sea un ser errante (o sea libre) y va y le dice:" Desde aquí en adelante formaréis un solo ser" . De un plumazo te quedas sin ser, sin persona y sin libertad. Esta es la letra, pero después es real. Si no te casas y te juntas, ya se encarga tu pareja (después de la luna de miel, claro está) de ponerte los puntos sobre las íes, cosa equivalente a casarse por la iglesia. Desde luego los caminos del Señor son inescrutables.
Cuando ya me queda poco para entregar la cuchara (como dicen en mi pueblo) noto que me salen alas, y yo digo: "Esto es que ya podré volar" . Se nota uno con ansias, con ganas, con derechos ganados en el tajo durante años de esfuerzo, pero entonces vienen los hijos que ya volaron y aterrizan en tu tejado y tu ya no puedes volar. Y tú vas y te quedas sin ganas, sin fuerzas, con cara de resignación. Te quedas como buey unido a tu destino por el yugo de la vida que dice que aún no puedes se libre. Pero tú ya casi no puedes andar, y caminas despacio con la mirada lamiendo el camino, contando los pasos que quedan para llegar a esa línea que se aleja en la misma proporción en la que tú avanzas. Todo es pura utopia y entonces comprendes lúcidamente que el mañana nunca existió. Y cuando al final de todo esto pronuncias tu particular HÁGASE, solo te queda expirar.
Y es que pienso, a veces, que la libertad no es cosa de humanos.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Encuentros

Los encuentros nunca son simple encuentros. Vienen acompañados de épocas o de momentos vividos con amargura y que al regurgitarlos tienen un cierto sabor a hiel. Otras veces, sin embargo, nos traen a la memoria mejores sabores, pero eran sabores de antaño, que hoy, como mucho, saben a insípidos, porque el tiempo todo lo desvía de su camino. A éstos, a veces, los esperas, los anhelas con entusiasmo y cuando ocurre te quedas frío porque eso no es lo esperado. Y es que la vida sigue dos caminos, el real y el que nosotros nos montamos en nuestra cabecita. Pero cuan do juntas esos dos caminos, preferirías que no se hubieran juntado, porque antes, al menos, vivías ilusionado en el recuerdo.
Los encuentros también pueden ser fortuitos. Chocan como el rayo contra la tierra formando un gran estruendo. Fugaces, fuegos fatuos, noches de verano. Nada queda de ellos y generalmente duermen en el olvido.
Encuentros progresivos. No de un día. De años. De toda la vida. Con sus heridas formando besanas de sangre reseca y sus florecillas que por costumbre renacen tímidas cada primavera.
Encuentros que dan miedo, que aterrorizan, que te muestran lo peor del ser humano. Ojos que suplican lo que el verdugo disfruta, vivir.
Encuentros de armonía infinita, la música.Restañadora de heridas, dormidera de la amargura, transformadora de la mirada. Maná celestial.
Encuentros conmigo mismo, el gran desconocido. Siempre jugando al esconder. Nunca me encuentro. Me suplico y no me digno; me hablo y no me escucho; me alabo y me envanezco. Siempre detrás de mí. Cuando era niño, no sabía; cuando adulto, quería ser otra cosa; ahora que soy mayor, me salen efervescencias de la juventud. Siempre corro detrás de mí y aún espero.
Y esperando llegaré a la dimensión soñada: el encuentro total. Entonces la masa se hará al molde como el agua al vaso y yo, feliz, dormiré en el regazo de mi propia historia, urna de piedra y eternidad.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Abrazos anónimos

Hoy, queridos amigos, no tenía ganas de escribir, pero es que me ha ocurrido algo que me quema y quiero contarlo. Resulta que desde que me jubilé dedico un día a la semana a hacer turismo, principalmente por Barcelona y alrededores. Me he comprado una guía y allá que cojo mi macuto... y a gastar zapatillas por los barrios antiguos de la ciudad.
Yo no puedo decir como Cervantes "La del alba sería...", pues ya hace tiempo que no respiro el aire quieto del amanecer. A eso de las diez me monto en mi tren de cercanías y en veinte minutos me planto en la plaza de Cataluña. Esta plaza siempre parece una fiesta. Vengas a la hora que vengas está llena de palomas y de halcones, que si te descuidas te limpian la cartera. Como hoy tocaba ver la catedral y parte del Barrio Gótico, pues enfilo por la Puerta del Ángel, que es el camino más corto. Apenas había entrado en la amplia calle, abarrotada ya a esas horas, y haciendo eses debido al gentío, de pronto me tropiezo con una especie de corro que había en un lateral de la calle. Yo pensé que se trataba de algún virtuoso del violín y a mí eso me gusta, y siempre me paro. Pero no. No era ni un violinista amateur, ni un malabarista, ni una estatua viviente. No. Simplemente era que unos chicos repartían abrazos a la gente, gratis. Pero no creáis que eran abrazos de pitiminí. Nada de eso. Era un abrazo sentío, largo y puro. A mí me entusiasmó la naturalidad con la que aquellos chicos se abrazaban a las personas. Por lo visto se trataba de dar amor y efectivamente lo hacían sin reparos racistas. Ahí entraban negros, asiáticos, viejos, gordos, niños y toda la marabunda que a esas horas circula por las arterias vitales de Barcelona. Por cierto, una chica le dio un abrazo a un cincuentón con tanto entusiasmo, que en la acción mandó al suelo la peluca del afortunado. Todos nos partíamos el culo de risa, ya que la escena era un tanto ridícula.
Bueno, ya llevaba un ratito viendo cómo el amor fluía en ese corro que, espontáneamente se había formado, que, viendo que se me hacía tarde, decidí reanudar mi camino, sin dejar de prometerme volver la próxima semana, para ver si alguien se acordaba de este necesitado de amor.
Sólo había hecho el ademán de girarme, cuando veo que una chica, que me sacaba una cuarta viene hacia mí y me dice: "Señor,¿ le gustaría darme un abrazo? Mira, yo creo que se me paró el corazón. No salí corriendo porque creo que entré en estado de shok y las piernas se me paralizaron. La chica me tiraba tibiamente del jersey hacia el interior del corro. Como la retirada era, ya, imposible, saqué fuerzas de esas que uno tiene siempre de reservas para ocasiones delicadas y me lancé a sus brazos. Instintivamente cerré los ojos y me extrañé que lo hiciera. En un flas de pensamiento me acordé de haberlo hecho en otras ocasiones de las llamadas especiales. Mi cabeza quedó acomodada por encima del pecho izquierdo, entre la clavícula y el hombro. Recuerdo que el jersey era de una lana exquisita y eso me pareció entrañable. Entonces, me pareció inapropiado tener los ojos cerrados y los abrí lentamente. ¡Madre mía, lo que vi!. Más vale que hubiera seguido con los ojos cerrados. Como a medio palmo de mi nariz, emergían dos generosas tetas (perdonad la claridad) al parecer amigas. Tan naturales, tan jóvenes, tan cercanas, apareciendo en un lugar tan inapropiado. Entonces pensé en lo que siempre me dice un tío de mi mujer, que tiene dos infartos y ochenta años a cuestas: " Juanjo, ¡qué pronto he nacido!"La situación se me iba haciendo interminable y yo quieto como un mástil. La situación, para mí, era insostenible. De pronto veo que esa diosa del amor anónimo, retira su cabeza y mirándome con ojos de inmenso afecto, me dice: "¿Te ha gustado? ¿ Te has sentido relajado? ¿Sí? Pues hazlo tú con otras personas. Puedes empezar con tus amigos y después gente desconocida. Estamos muy necesitados de amor. "Eso lo ves tú muy fácil", pensé yo para mis adentros. "Explícaselo tú a mi mujer, guapa. "
Medio recuperado del atracón de amor espontáneo, me salí a trompicones del corro . Ya no me acordaba de la visita turística ni de nada. Para mí ya había visto la catedral, el Barrio Gótico y la Plaça del Pi. Bajaba algo atolondrado hacia la Plaza de la Catedral, cuando de pronto me acordé de la chica y giré la cabeza antes de girar la esquina. La vi abrazada a un chico alto y más joven que ella. Sentí un pequeño ahogo en la garganta y pensé: "Juanjo, no tienes remedio". Yo no había aprendido nada y es que como dice mi amigo-tío, es que yo también he nacido demasiado pronto.
Después de todo esto, decidí que la gira se había terminado. Repentinamente sentí hambre, me metí en un restaurante vasco y me apreté un par de bocadillitos y una cerveza. Con las mismas y como más acomodado dentro de mí, volví a coger el tren y me fui para casa. Todo el día anduve algo tocado y con los ojos medio entornados. Cuando llegó la hora de acostarme, cerré la luz y me abracé placenteramente a la almohada rodeándola con mis brazos. Así estuve un largo rato, esperando que se produjera el milagro de una metamorfosis que nunca llegó. Buenas noches a todos y a todas.

martes, 3 de noviembre de 2009

El valor de lo irrepetible

Hace como un par de horas, yo me encontraba solo en casa. Mi mujer se había ido a ver a su madre. Mi hijo, en la universidad y yo, haciendo una tortilla de patatas. He hecho en mi vida muchas tortillas de patatas, pero cada una de ellas es única. Como siempre, he puesto primero el aceite, después, la patata y a continuación, mi amoroso trabajo. Sin embargo, para mí ha sido un hecho irrepetible. No han sido las mismas patatas, ni el mismo aceite, ni los mismos meneos. Mientras se iba haciendo yo pensaba en lo que iba a escribir esta noche, escuchaba música, me sentía relajado. Trataba de ser consciente de cómo se iba fraguando la tortilla, de la alegría que le daría a los míos y del buen rato que íbamos a pasar mientras la comíamos. Por un momento pensé que un hecho tan irrelevante como hacer una tortilla se estaba convirtiendo en algo especial, precisamente, porque yo lo había decidido así. Se había convertido en un hecho irrepetible con una valor adquirido, el de ser consciente que esto no volvería a suceder en mi vida por muchos años que viviera.
Es fácil comprender que todo lo que hacemos es irrepetible, ya que somos mortales y de ahí su valor. Si fuéramos inmortales... Si fuéramos inmortales... La verdad es que no sé qué pasaría si fuéramos inmortales, pues ese concepto no cabe en mi cabeza. No soy capaz de comprender algo que no tenga fin. Mi cerebro no está diseñado para eso. ¡Que lo expliquen los dioses, por favor!
El ser humano se aflige porque sabe que un día tiene que morir. Si es que lo sabe, porque a veces vivimos, inconscientes, como si fuéramos dioses inmortales. Pero los que de vez en cuando lo pensamos o los que lo pensamos todos los días y a todas las horas, que los hay, y además nos angustia sólamente el hecho de pensarlo, os digo, que el hombre tiene que tomar conciencia de lo que es, que es un ser finito. Que como ser finito las cosas toman el valor de irrepetibles. Que ese valor sólamente lo tienen nuestras acciones. No la tienen ni los animales, por no ser conscientes, ni los dioses por ser inmortales. Cuando, después de darle muchas vueltas a la cosa, te convences de lo que eres, no aspiras a más de lo que eres, te identificas con lo que eres y llevas el equipaje adecuado para recorrer ese camino, entonces, como que tu alma se aquieta y se remansa y ya no pide más. A esto normalmente se le llama paz.
Una vez que esto se ha asimilado , la vida toma otro significado. No haría falta que te salvaras de una grave enfermedad para que miraras al mundo con unos nuevos ojos, porque ese milagro ya se dio en tu interior. El simple hecho de tomar conciencia de lo que uno es, lo salva a uno, a la vez, de la idiotez y del endiosamiento. Ser más humano es simplemente ser más consciente de lo que uno es y en consecuencia actuar como tal. Después de todo esto, morir quizás sea una buena solución para librarse del infinito mundo de la inmortalidad.
Cuando mañana te lavantes y saludes a ese que está detrás del espejo, piensa que todo lo que vas a hacer en ese día será único e irrepetible, precisamente porque ese ser que lo está pensando lo ha decidido así. Probablemete no tocarán las campanas de tu iglesia por haber tenido semejante pensamiento, pero te aseguro que dentro de tu corazón habrá un gran jolgorio, porque ya nada te será desconocido y tu vida estará llena de cosas con sentido.