lunes, 23 de noviembre de 2009

Cuentos

Yo, como decía León Felipe, "...no sé muchas cosas,.../ digo tan sólo lo que he visto". Así empieza el, para mí, mejor poema que ha escrito: "Sé todos los cuentos". El cuento es un género que, aunque últimamente tiene lectores adultos, siempre ha estado dirigido a los niños. La mente del niño se adapta perfectamente al cuento: argumento sencillo, pocos personajes y papeles bien definidos. Por esto capta su atención plenamente, vive la acción en primera persona y recibe fielmente el mensaje.
Los dos primeros cuentos, y creo que los únicos, que oí de pequeño fueron "Caperucita Roja" y "El lobo y los siete cabritillos". Me fascinaban y me daban miedo a la vez. Me los contaba mi madre, mientras me arreglaba el embozo de la sábana y yo me dormía con mi ración de miedo metido en el cuerpo. El miedo adormece, pensaría muchos años más tarde.
Después, cuando hemos crecido, nos han seguido contando cuentos. Cuentos de miedo, principalmente. Son idóneos para dulcificar las mente. Una mente apaciguada por el miedo, es apta para la siembra. Y en ella crece la espiga de la sumisión, del adoctrinamiento y de la adoración. Nuestra mente parece estar hecha al miedo, como el Lazarillo al vino. El miedo nos salva de las excentricidades de la mente, que siempre quiere volar, como aquel pajarito que quiso ser paloma y murió de pena porque ya no pudo cantar, pero, sin embargo, te corta las alas de la libertad.
"Y que el miedo del hombre.../ ha inventado todos los cuentos". Así continúa León Felipe versos más adelante. El miedo del hombre y el contador de cuentos. El cuento está hecho para ser contado y para ser escuchado. Por lo tanto intervienen dos partes. Los escuchantes, que ya sabemos quienes son y el mal que padecen y el contador de cuentos del que sabemos poco de él. Pero, pregunto yo, ¿es consciente el contador de cuentos que está contando un cuento? Parece que sí, pues el cuento muy a menudo es utilizado como látigo para arrear al rebaño. Mas, si nos retrotraemos a la infancia observamos, que nuestros padres, primeros contadores de cuentos, no se creían el cuento, simplemente lo utilizaban. ¿Lo utilizarán también los otros contadores de cuentos? ¿Los que nos adormecen las conciencias? ¿Los que te venden la piedra envuelta en papel de celofán? ¿Los que te protegen del bien y del mal?
Ya he dicho que el cuento es un género dirigido a los niños, pero yo ya no soy un niño y, por lo tanto, ya no quiero que me duerman más con cuentos, porque yo, como decía el poeta, sé poco pero, sin embargo, me sé todos los cuentos y de aquí en adelante los cuentos me los contaré yo.


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