lunes, 17 de mayo de 2010

Consideraciones al atardecer

CONSIDERACIONES AL ATARDECER


Me quedaré cerca de vosotros...cuando me muera. Cerca de los que me aman, sólo de los que me aman. No estoy por estar disimulando toda la eternidad. Me quedaré sin conciencia y no me conocerá ni mi madre, yo que siempre he esperado morirme para poder volver a verla. Pero ahora que aún soy persona, es decir nadie, y desde la humildad que dar no ser nada, quiero haceros algunas consideraciones. Pido a mis herederos, es decir, a los que me recuerden, que me recuerden. Que no se olviden de mí demasiado rápido, que hablen de mí y de mis ocurrencias, pues me gustaría vivir un poquito más de lo que me ha pertenecido. Ya sabéis que tengo un punto de narcisista. Me molesta mucho perder mi identidad. Vivir sin carnet. No ser yo o quizás ser un yo difuminado, que es lo mismo que nada. Me da miedo la oscuridad y me aterroriza la soledad. Mucho tiempo, mucho espacio, mucho frío. Será difícil encontrar a alguien con quien charlar. Volveré a mi nube, de la que salí en un zig-zag de luz y existencia. Allí, dentro de ella, no soy nada y lo soy todo. Tendré que acostumbrarme a esta nueva forma de existencia, yo que estaba acostumbrado a mi piel que me aislaba de todo. Perderé mi intimidad. No habrá leyes que me protejan. Dejaré mis apegos y mis placeres en el tiempo en que ocurrieron. Allí estaremos fuera de tiempo. Esta cosa tan provinciana del día y la noche hay que desecharla. Todo será día o todo será noche. El mundo dual se ha terminado.

Me costará dejar mis pequeñas riquezas: Mis juguetes de la infancia, el primer libro que me abrió al misterio de la letra impresa y los primeros versos que dediqué a María. Recordaré las tardes lluviosas

junto al fuego y sus caprichosas formas. Los paseos con Roque, mi perro ciego y lúcido a la vez. Volaré sobre los campos llenos de trigo verde, donde retozábamos al salir del colegio. Volveré a leer, en las

tardes de primavera, sentado en la caliente acera, los tebeos de Roberto y Pedrín. Cosas así repasaré en un tiempo que ya no será tiempo. Y en ese tiempo sin tiempo y en esa casa vacía y oscura y en esos corazones amigos descansaré por algún tiempo más. Pediré un plus de existencia. Quiero vivir en vuestro pensamiento, quiero limpiar mi imagen sucia por la mirada distorsionada del hombre. En el recuerdo todos somos buenos. La última foto siempre fue la mejor. Quiero entrar en la Gran Casa con mis ropitas limpias y mi cara bien lavada. Me da igual que me digáis que si existe o que si no existe, que si hay o que si no hay. Los mundos son de muchas formas y como Dios creó los suyos, pues yo creo los míos. ¿O acaso no estamos hechos a imagen y semejanza de Dios?

Mi mundo será un mundo cercano. Sólo un paso. A lo sumo dos. No me verás, pero yo estaré ahí. Seré viento en tu pelo y gota de sudor que recorre tu espalda. Descansaré sobre tu pecho y, ya sin censura, escucharé los latidos que me marcarán tus tiempos. Rodearé tu cintura con mis brazos de espuma y tú dormirás sin ver la mano que te mece. Cuando por la mañana despiertes te sentirás ligera porque yo te di un poco de lo mío. Me sentiré todo con todos y parte contigo. Ni tú encelarás ni yo encelaré. Todo será mío y todo será tuyo, pero lo que viví contigo lo guardaré siempre en mi corazón de nieve. Te esperaré más allá del cerro, donde la noche puede ser día y los días puede que no tengan horas. Así dejarás de mirar el reloj, cuando sentados en la playa contemplemos las olas, que es como contemplar las vidas. Las olas tienen nombre y tienen espuma. Las olas nacen y mueren. Cada ola tiene su tiempo para ser ola y para volver a su océano. Fue, pues ni una palabra más.

Dejaré sobre la superficie de la Tierra todo lo que hice. Al poco será polvo. Más adelante será Nada, que es ser, o mejor dicho, prepararse para ser. Y así siempre. Dejaré en las mentes de los que me acompañaron impresiones y recuerdos, que duraron mientras ellos duraron, porque mi historia no es para escribirla en los libros. Los pájaros me vieron desde arriba y las hormigas desde abajo. Quizás cada uno tenga una imagen diferente de mí, pero eso no importa. Yo, de niño, jugaba con las hormigas y vibraba cuando entre los trigales encontraba un nido de pájaro. Eso es vivir y no esperes más. Impresiones y más impresiones, para después volver al océano y disolverse. Pero está ahí, entre las aguas. Dejaré la pluma y el papel sobre el que desparramé mis pensamientos, mis sentimientos, mis ilusiones, mis miedos. Ellos, la pluma y el papel, me ayudaron a conocerme mejor. Toda mi vida fui un autodidacta. Sacar lo que llevas dentro es explicar la vida, tu vida.

Haré lo que nunca me atreví a hacer. Como decía Pablo Neruda en esa poesía escrita en su mayoría de edad :”Si yo volviera a nacer”. Si yo volviera a nacer sería más yo, consciente de que en este mundo te llevan y te llevan. No hay premio más grande en este mundo que ser uno mismo. Vivimos de interpretados, como dicen los filósofos. Vivimos otras vidas, no la nuestra. El Estado pone normas, la iglesia pone normas, la educación y las buenas maneras ponen sus normas y la televisión, ¡ay el mundo de la tele!, ese mundo no te pone sus normas, pero te pone algo más sofisticado, te pone sus modelos. Entonces ese modelo, como si fuera una doble figura se mete en tu cuerpo y tú ya no eres tú, sino que interpretas. Vives de interpretado y hablas como ellos, vistes como ellos, tienes los mismos gestos y cuando al fin un día reflexionas y te miras al espejo resulta que te desorientas porque no te reconoces. Yo reclamo ser yo y hacer las pequeñas cosas que me llenen. Así cuando llegue ese día sin nombre haré una larga lista de todo lo que no me atreví o no me dejaron hacer y me pondré manos a la obra. Después de todo esto quizás me reconozcan como un salvaje, pero ese salvaje seré yo y todo lo que salió de mi fue original, primera condición para ser auténticamente humano.

Volveré a vivir mis vidas. Todas mis vidas. La de niño, la de adolescente, la de adulto, la de padre, la de amante, la de frustrado, la de esposo, la de jubilado. Todas son vidas dentro de tu vida. La vida de niño no tiene nada que ver con la de adolescente. La vida de amante cubre todas mis vidas, pues siempre fui amante de algo y eso me tuvo entretenido. La vida de adulto fue muy breve, no me acuerdo cuando empezó ni cuando terminó. La virginidad la perdí a los seis años cuando me llevaron a la escuela. Para mí fue una auténtica violación. Hasta entonces era auténticamente virgen, salvaje. La vida de adolescente fue un tormento y la de padre un gran premio de la vida. Me sentí frustrado en breves ocasiones, pues mi impulso por la vida siempre ha sido muy fuerte. Volveré a vivir esas vidas para vivirla mejor.

Todo esto os digo a los queme queréis, ahora que aún soy persona. Porque cuando llegue esto que todos sabéis, no quiero por nada del mundo encontrarme solo y creo que voy a necesitar una mano. Seré un niño. A quien me la ofrezca le estaré eternamente agradecido.

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