lunes, 14 de diciembre de 2009

El rio y el mar

"Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar que es el morir". Jorge Manrique. "Coplas por la muerte de su padre"
A nuestras vidas, tanto desde el punto de vista individual, como de pareja o social se le puede aplicar la bella y certera metáfora que Jorge Manrique gravó en estos versos. Desde los tres puntos de vista se les puede considerar como entes individuales. La pareja es un ente matrimonial. La pareja es un ente matrimonial desde el momento en que la química de ambos empieza a sufrir o disfrutar reacciones incontroladas. Todos las hemos padecido en mayor o menor grado y ay de aquel que no haya sentido la convulsión, el destrozo del amor. Una vez oí decir a un científico que el amor no existe. Eso que llamamos amor, sólo son reacciones químicas. Yo, ante semejante afirmación, me enfurecí contra ese bárbaro apóstata de la vida. Con el tiempo fui reconociéndole valor a esta teoría. ¿Os acordáis cuando estudiamos química? ¿Qué pasaba cuando dos átomos inestables se juntaban? Pues eso, que sus electrones iniciaban una danza infernal de aproximación a sus respectivos átomos y que sólo paraban cuando se había establecido ese equilibrio establecido por la materia, tal vez, y que significaba siempre el establecimiento de un nuevo ente, ser, sustancia, molécula o lo que sea.
De toda esta especie de introducción, me voy a fijar especialmente en el proceso. En ese camino que han de recorrer los átomos, hasta que forman la nueva sustancia. O también, en ese camino que ha de recorrer el río, hasta que llega al mar. O mejor, en ese otro camino que han de recorrer los amantes, hasta que esa cosa impetuosa llamada amor,recala mansamente en un letargo lleno de cariño, dulzura y reconocimiento.
El amor siempre ha de ser considerado en el estadio inicial del río, porque para que el río fluya necesita de un cierto desequilibrio. El que hay entre el nacimiento y la desembocadura. El que hay entre el átomo A y el átomo B. El río nace pequeño, pero avanza intrépido entre riscos y cantos rodados. En ese estadio el río canta y huele. Sus aguas bajan heridas y llenas de poesía. Bailan entre las rocas y saltan alegres las fallas del terreno. La vida es bella. El río es joven. El mar queda lejos.
El poeta, la mejor expresión de la vida, vive en perpetuo desequilibrio de amor. Garcilaso de la Vega, Antonio Machado, Lope de Vega son buenos ejemplos de lo que venimos diciendo. "Vivo sin vivir en mí". Vivír en el Amado, como San Juan de la Cruz. Qué desazón más profunda cuando la paloma es ida. Los átomos del amor, como que se vuelven locos, caminando por cerros y collados, en la noche oscura del alma.
La vida es un contrasentido, la mires por donde la mires. Vivo muriendo por descansar en el Amado. Y es ese descanso la muerte. Como el río en el mar. Inexorablemente suyo. Entonces,¿la felicidad es el mar o la felicidad es el río? La felicidad es el río deslizándose hacia el mar.

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