miércoles, 14 de octubre de 2009

Ágora

Este último fin de semana fui al cine a ver "Ágora". La película me ha gustado mucho, muchísimo. Ya sé que ha tenido algunas críticas, pero afectan principalmente a la forma y a mí lo que más me interesa es el fondo, el mensaje. Tengo una especial predilección por las películas de la Edad Antigua o de la Edad Media. Me atraen especialmente y bien bien no lo sé por qué. Quizás el mundo entonces era más nuevo, mas primitivo. Tal vez la humanidad tenía el encanto del niño que empieza a decir sus primeras palabras o el misterio, que envuelve todo lo desconocido, dispara mi imaginación aún infantil.
La película, todos lo sabéis, es un grito contra el fundamentalismo. Hipatia de Alejandría nació en el siglo IV después de Cristo, pero igualmente podría haber nacido en nuestros tiempos y su forma de pensar, su actitud ante la vida en absoluto hubiera desentonado hoy. Hipatia es una mujer de todos los tiempos y de todos los lugares. Es universal.
El fundamentalismo es la forma más feroz de atacar la libertad. Además de ser la forma más violenta. Se trata de imponerte mi verdad a ti, porque yo tengo el profundo convencimiento de que mi verdad es la única y no me conformo sólo con saberlo, sino que quiero que tú también recibas esa verdad. Que esa verdad suplante a la tuya y que tú nunca más vuelvas a tener otra verdad que la que yo te he impuesto. Y para que conste que esto va a ser así, te perseguiré, te castigaré y te daré la muerte si fuera necesario.
Todo esto ha pasado en este mundo desde que el hombre se dio cuenta que él podía domesticar a otros hombres. Él, líder del rebaño, lo conduciría de ac uerdo a su voluntad, si conseguía meter su verdad, su doctrina, en la mente gregaria de muchos otros hombres. Y si a esa doctrina se le ponen unos ingredientes sobrenaturales, de esos que escapan a la mente humana, de esos que dan miedo, entonces, la manada es tuya y puedes hacerla ir desbocada para que arrase al enemigo que está ahí enfrente y que su único delito ha sido escribir su verdad y ponerla a la misma altura de la tuya.
Hipatia era una flor en un campo de espinos. Pensaba con pensamiento propio y no se sometía. Tenía la fragilidad del junco y la fortaleza del que se sabe persona, ser único e irrepetible, con capacidad para pensar y decidir. Libre para elegir, libre para asociarse, libre para la crítica. Hipatia (como si fuera ayer) fue desgajada de la vida por la masa, esa masa que ya recibió el veneno de la verdad dogmática, porque a la masa ya le quitaron la capacidad de decidir.
Hipatia, como si fueras de ayer, como si fueras mi hermana, no sabes cuánto me has enseñado, ahora que cree uno que lo sabia casi todo.

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