Hoy he vuelto a ir a Barcelona. He pasado por la casa del mendigo, es decir, por los soportales donde convivía con dos o tres montañas de basura. Ya no estaba. El lugar estaba limpio. No había constancia de que un mendigo con un montón de basura haya vivido allí unos días. Le pregunto a una anciana que pasaba en ese momento y me dice: "Creo que se lo han llevado". Es igual, se lo hayan llevado o se haya ido. Su mundo es el mismo esté donde esté. Lo que no es lo mismo es el mundo que le rodea. Lo mismo está en Pedralbes. Eso sí que sería un lujo: las grandes mansiones, los coches de lujo, la pijería andante. ¡Vaya contraste! Bueno, yo no sé mirar con ojos de mendigo. Tampoco sé si sé mirar con los míos. Me afano en ver lo que hay debajo de la superficie de las cosas y no creas que lo consigo siempre. Hay días que tiene uno los ojos legañosos y eso lo difumina todo.
Bien, a otro tema. Hoy he terminado de leer "La catedral del mar". Me la recomendó mi mujer que la leyó este verano en las playas de Ayamonte. A pesar de lo larga que es, me ha gustado. Ahora voy a dedicar un día a la semana para hacer turismo por mi ciudad. Visitaré los lugares que salen en la novela. Si alguno es ficticio, pues me da igual, ya le colocaré un sitio. Me he comprado una guía de Barcelona que une gastronomía con turismo. Que os parece, una bomba.
Qué bonita es Barcelona. Así es que mochila y zapatillas.
domingo, 11 de octubre de 2009
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