martes, 6 de octubre de 2009

Los pecados de la carne

Todos sabemos que las religiones tienen algunas normas muy caprichosas. Digamos que no entran dentro de la lógica de cualquier pensante. Cualquier religión tiene el mandamiento de " No matarás" y vemos lógico que sea catalogado como falta grave, porque el hecho en sí c onstituye un daño mortal contra una persona. Sin embargo en el pecado de la carne no veo yo esa relación de gravedad porque el daño que se sigue no se corresponde con el hecho en sí, sino más bien al contrario, produce en el sujeto una cierta autocomplacencia, para definirlo con suavidad.
Tengo entendido que estas normas vienen de muy antiguo, incluso mucho antes de la creación de las religiones monoteístas. Es curioso, ¿verdad? A mí se me ocurre pensar que esta ley tan antigua está hecha para fastidiar al personal. Vamos a ver si utilizamos un poco la lógica y el sentido común en nuestro razonamiento. ( El sentido común es, a veces, más que un documento escrito). Yo sospecho (porque yo no estaba allí) que alguien, hace muchos años, se inventó el infierno para así seguir fastidiando después en la otra vida. Claro, si inventas el infierno, tienes que inventar pecados que te conduzcan hasta allí. "Matar", al infierno. "Robar", al infierno. "No adorar a Dios en todas sus manifestaciones", al infierno. No honrar a tu padre y a tu madre", al infierno. Bueno, en estos pecados todavía hay una cierta lógica causa-efecto. Sin embargo estos pecados no pertenecían a la mayoria de la población. Había que inventar un pecado que fuera general, en el que cayera casi el cien por cien de los humanos y he aquí que se inventaron el gran pecado de la humanidad, "el pecado de la carne". Así mataron dos pájaros de un tiro: Rentabilizaron el infierno, pues siempre estaría hasta la asas y , por otra parte, tendrían al personal acojonado con la espada de Damocles encima de sus cabezas, porque haber quién es el guapo que, como mínimo, no se le ha ido la mano de vez en cuando.
Todo esto iba yo comentando con mi amigo Mohamed, mientras paseábamos tranquilamente por las Ramblas de Barcelona. Al final él tambien llegó a la conclusión de no ver la relación que nuestras religiones habían establecido entre el pecado de la carne y su gravedad. En estas que decidimos sentarnos a tomar algo. Él pide un té y yo una cervecita con media ración de jamón ibérico. Aunque sé que su religión no le permite gozar de este asqueroso deleite, le ofrecí que probara el jamón. Él muy sorprendido me dice:" Mira, Juanjo, no seas malo. Sabes que mi raligión me lo prohibe. Por favor, no más pecados de la carne. Después de esto nos pusimos a hablar del Barça. Decididamente el mundo es variopinto, pero hay cosas que nos unen por encima de las religiones. ¡Visca el Barça".

1 comentario:

  1. Qué rato tan agradable releyendo los viejos artículos y saboreando los nuevos. Enhorabuena, Juanjo. Ya iré dejando algún que otro comentario. Abrazos a los dos. Juan y Lucy.

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