jueves, 24 de septiembre de 2009

Y el cielo los bendijo

Mis amigos Telesforo y Maria Dolores eran dos jóvenes que acudían cada año a espigar a un campo de trigo. Eran los años de la posguerra y había mucha hambre. Llevarse unos sacos de trigo suponía el pan para todo el año. Las familias de estos dos jóvenes acudían año tras año a construir su choza donde pasaban el verano.En aquellos años el campo tenía mucha vida y había gente por doquier. De noche nos reuníamos en la era después de cenar el ajo blanco y contábamos historias. Cuando nos vencia el sueño, solo teníamos que tendernos en la paja sobre la que estábamos y hasta mañana.Así de sencilla era la vida entonces. La historia que voy a contar ocurrió en estos lugares y en estos tiempos. A mí nunca se me olvidó. A eso de las nueve de la noche ( aún cuando todavía era de día) Miguel "Zumbaollas" y yo estábamos sentados contra la pared del cortijo. Todas las tardes veíamos venir por la loma a los "espigaores", que como un rosario de hormigas venían uno tras otro para descansar en sus chozas. Yo no me había dado cuenta, pero él que era un perro viejo sí que se dio cuenta. Me dijo:- Juanjo, faltan dos. Yo no sabía a qué se refería. Volvió a insistir:- faltan dos "espigaores". Como yo era casi un niño no entendí la intención con la que me decía aquellas palabras. Al día siguiente, llevados por la curiosidad y una vez terminadas las faenas del campo, nos apostamos en el mismo lugar para seguir con las pesquisas. Ese día se lo dijimos tambien al "Rompo", pues como dice el refrán "cuatro ojos ven más que dos". Y llegada la hora vemos venir la ristra de espigaores, pero al contarlos vemos que no faltaba ninguno. Sin embargo observamos como Telesforo y Maria Dolores se empiezan a quedar rezagados y cuando pierden contacto visual con los de delante, de golpe desaparecen. Todos los día los vigilábamos y cada día hacían lo mismo, cuando se creían que nadie les veían, se dejaban caer en un mar de trigo que había al lado del camino. También se lo dijimos a Paco "Peniba" y a su mujer, Eduarda. Era un secreto a voces. Un día que estábamos de vigilancia caemos en la cuenta al contarlos que nuestros amigos no estaban en la comitiva.No le dimos mayor importancia, pensando que ese día habían cambiado de hotel. Pero no fue así. Se hizo de noche y la pareja que no aparecía. Los padres de ambos pipiolos se presentaron en el cortijo desesperados y muy alarmados porque eran las once de la noche y la parejita no aparecía. El nerviosismos crecía y recuerdo que las madres gritaban y lloraban desesperadas. Pasamos toda la noche de imaginaria para ver si los niñitos aparecía. Pero nada, amaneció y en el horizonte sólo se veían bandadas de palomas que marchaban a los campos llenos de granos de trigo. Pasó ese día, el siguiente y el siguiente y al atardecer del tercer día por el camino de la loma vemos venir a Telesforo y a María Dolores. Traían un aspecto tranquilo. Yo temblaba porque pensaba que sus padres los iban a deslomar a palos. ( Bueno eso es lo que me hubiera hecho mi padre a mi). Pero no. Todo lo contrario, fueron recibidos con vítores, como si de una boda se tratara. Y efectivamente, cuado al final me dieron todas las explicaciones, se trataba de eso de una boda, con viaje de novíos y todo. Lo que nunca pude saber, porque ese año fue el último que vinieron al cortijo, es donde pasaron los tres días que estuvieron desaparecidos. Nunca supe más de ellos, pero siempre pensé que esta fue verdaderamente una pareja bendecida por el cielo. Un abrazo. Juanjo.

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